Entrevista en Natura Hoy (25-10-2011)

“No estoy a favor de la “belenestebanización” de la naturaleza”.

Víctor J. Hernández se define como un “viajero incansable por las selvas, ríos, montañas, costas y desiertos de varios continentes”. Desde su rincón de internet este amante de la naturaleza se administra entre varias tareas como técnico especialista en seguimiento y gestión de fauna salvaje así como consultor en biología de la conservación y fotógrafo de naturaleza. Con esta maniobra sobre sus espaldas ha puesto en marcha el blog Diario de un naturalista, que sirve como medio de atención para sus seguidores más fieles. La transmisión en directo de los acontecimientos in situ desde la naturaleza, hace de este portal un referente primordial para los medios de comunicación dedicados a la biodiversidad.

Natura Hoy: ¿Cómo surgió tu idea de crear Diario de un naturalista?

Víctor Hernández: A partir de hacérseme imposible contestar al creciente número de correos, cartas y llamadas que he venido recibiendo desde que estoy publicando libros, guías y demás publicaciones sobre la fauna silvestre y la naturaleza en general. Como un medio de atender consultas que suelen hacerme los lectores; y de que, quien lo desee, pueda mantenerse al día de las iniciativas que voy emprendiendo para divulgar estos temas e impulsar la conservación de la naturaleza, compartiendo, a la vez, algunas de las vivencias cotidianas en contacto directo con nuestro entorno.

NH: ¿Cuál es el mayor reto al que nos enfrentamos los amantes del medio natural?

VH: Al de no quedarnos tan sólo en meros espectadores que disfrutan de la naturaleza, en simples consumidores de paisajes, especies vistas, lugares visitados, etc., sino que, en cambio, sepamos alcanzar la sabiduría de implicarnos activamente, en la medida de nuestras posibilidades, en su conservación, incluyendo al ser humano (son inseparables, y forman parte del mismo reto, la defensa de la naturaleza y la de los derechos humanos), y ser capaces, además, de transmitir eficazmente esa necesidad de mojarse, empezando por dar ejemplo. Y aquí no cabe el desánimo, no nos lo podemos permitir.

NH: ¿Cuál es el mayor espectáculo que hayas presenciado que ofrece la naturaleza? Descríbenos tu experiencia

VH: Desde una temprana búsqueda consciente de la observación de la conducta animal, de la que guardo imborrable, por ejemplo, la secuencia completa del cortejo de las cigarras, observada con mucha cautela y a pocos centímetros de la mirada del niño que fui, hasta la actualidad, he observado en la naturaleza muchas cosas que han dejado huella en mi memoria, desde el espejeo azul de las grandes mariposas morpho volando como trozos caídos de cielo sobre el verde profundo de la selva amazónica, al vagabundeo errabundo del lobo ibérico entre los jirones bajos de niebla en la fría amanecida del páramo, o el ataque combinado de un clan de leones a las enormes jirafas que acuden a abrevar amparadas en las sombras negras de la noche africana, donde llegas a oler y compartir el miedo no ya de la presunta presa, sino de los propios felinos puestos en fuga por unas tremendas coces mortíferas. Pero llega un momento en que percibes que todo eso son sólo detalles de lo que es realmente el mayor espectáculo de todos, que es la vida en su conjunto, esa anomalía que forma una delgada capa completamente interrelacionada sobre la roca muerta de un minúsculo planeta azul en la inmensidad de un universo, hasta donde conocemos, mayoritariamente compuesto por materia inerme.

NH: ¿Con qué especie animal te quedas y por qué?

Con el Homo sapiens, aunque definitivamente no seamos tan sapiens como nos creemos. Desde el punto de vista del estudio de la conducta, que es una de las disciplinas que más me apasionan, somos una especie fascinante, con una versatilidad conductual asombrosa; sorprende la cantidad de comportamientos o relaciones intra o interespecíficas observadas en el resto del mundo animal que tienen algún tipo de reflejo en las sociedades humanas. En última instancia, en la observación comparada de la conducta y la ecología de otras especies, busca uno tratar de comprendernos mejor a nosotros mismos. Además, esta es una especie que me queda muy a mano.

NH: ¿De dónde viene tu pasión por las aves, por los animales?

VH: A mí, como al resto de personas, la fascinación por la vida, y por los animales en particular, nos viene, como quien dice, “de fábrica”. Como explica a la perfección Ed Wilson en su teoría conocida como Biofilia, tenemos esta atracción hacia lo vivo grabada evolutivamente en nuestra herencia genética porque nos iba la vida en ello, en tener la capacidad de detectar, clasificar, seguir, observar y comprender en lo posible su comportamiento al resto de especies con las que interaccionamos, con unas como alimento, con otras como competidoras o depredadoras nuestras. Por ello, no hay niño pequeño que no se sienta fascinado por cualquier animalillo; luego vienen o no las posibilidades de profundizar en esa fascinación por poder estar en contacto con la fuente de nuestra atracción o por la educación, que demasiadas veces, convertida en “domesticación”, trata de eliminar ese interés, de evitar que tengamos “la cabeza llena de pájaros”, de impedirnos pasar el tiempo “mirando las musarañas”, de hacernos creer que detenerse a contemplar una mariposa o una flor no es cosa de adultos, de seres supuestamente responsables, cuando, en realidad, ahí podemos encontrar algunas de las mayores certezas. Afortunadamente, a mí, lejos de lograr “domesticarme” me dejaron tener una infancia libre de pueblo, de todo el día -salvo las horas de escuela, claro- buscando ranas, saltamontes, culebras o búhos… A los siete años comencé a poner algunos de mis hallazgos por escrito en un primer cuaderno de campo… Y hasta hoy, en que las ranas de la infancia se transformaron en los yacarés del Amazonas o los cocodrilos del Zambeze, pero sin perder un ápice del asombro hacia aquellas.

NH: ¿Qué acciones pondrías en marcha para salvar nuestra biodiversidad?

VH: La conservación de la biodiversidad, de la naturaleza en general, no debería abordarse como un área compartimentada, separada como una materia diferenciada, puesto que no se trata de un lujo, de un recurso o un patrimonio más, sino de la base que sustenta todo lo demás, la que da soporte a nuestra propia existencia, a nuestras posibilidades de mantenimiento y desarrollo; incluso, a nuestro futuro. No hay economía, industria, política, filosofías, ciencias, artes ni demás humanidades, sin un medio ambiente sano que nos cobije y proporcione lo que necesitamos. Si pretendemos gestionar la biodiversidad y demás recursos naturales como una “asignatura” aparte, incluso accesoria, nos estaremos equivocando. Se ha de gestionar como la prioridad que es y transversalmente, es decir, siendo tenida en cuenta en la planificación y gestión de todo lo demás, adaptando cada una de nuestras actividades y proyectos a la capacidad real de carga del medio, pues los recursos naturales son finitos y los procesos ecológicos esenciales frágiles e irreparables, por mucha tecnología que lleguemos a desarrollar. Salvar una especie en peligro de extinción es una medida in extremis inexcusable, pero es una situación de emergencia a la que no se debería haber llegado si hubiéramos sido capaces de adelantarnos al evitar, con una buena planificación global, que la suma de nuestras actividades perjudiciales hayan conducido a esa situación. Pero para que los gobiernos y las corporaciones privadas se lo tomen realmente en serio, hemos de impulsarlo desde la ciudadanía, y, para ello, antes hemos de llegar a comprenderlo y tomar conciencia de su importancia como para tenerlo entre nuestras exigencias primordiales. Esa es una labor todavía pendiente.

NH: ¿Qué quieres transmitir al mundo con tu blog?

VH: Que observar la naturaleza es divertido, una fuente inagotable de constantes alegrías y que está al alcance de todo el mundo, sin necesidad de gasto alguno ni de viajes a lugares lejanos, ni siquiera de tener conocimientos previos o invertir en equipo, pues aunque para algunas especies, como las aves, por ejemplo, los prismáticos ayudan, ya venimos con lo necesario puesto: sólo hay que adiestrar los sentidos, aprender a mirar y poner a punto nuestra natural curiosidad. Si somos capaces de emocionarnos verdaderamente, en lo más hondo, con la contemplación de la naturaleza, lo demás ya viene solo.

NH: Conociendo el programa de Cuatro “Frank de la Jungla”, en el que el personaje es capaz de convivir con todo tipo de reptiles y demás criaturas salvajes debido a su conocimiento de los mismos. ¿Te consideras de algún modo el “Frank de la Jungla” de las aves?

VH: La verdad es que no considero convivir con los animales el dedicarse a capturarlos, toquetearlos y estresarlos innecesariamente, incluso de modo perjudicial para la integridad de los especímenes, por mero exhibicionismo circense para captar audiencias, llegando incluso a fingir capturas imposibles de animales que en realidad provienen de cautividad y que a veces ni siquiera son propios de la fauna del país donde se rueda el programa; con desconocimiento hasta de la identidad de las especies que se muestran, y a costa de exagerar la peligrosidad de animales que no lo son tanto, potenciando unos prejuicios que la divulgación científica seria trata de ir desvaneciendo con una información contrastada y veraz. En cambio, esto último es lo que, con mayor o menor fortuna, intento hacer yo. Es decir, son dos objetivos completamente distintos, por no decir radicalmente opuestos. No estoy a favor de la “belenestebanización” de la naturaleza, hay otros recursos más imaginativos para captar el interés de la audiencia y a la vez proporcionar contenidos realmente didácticos, sólo que no se están aplicando en ningún programa de TV. Además, tampoco juego al tenis.